Ir atrás de lo que se desea, teniendo como guía la propia subjetividad. Es así, que nos permitimos que sean las personas que consideramos importantes de nuestro mundo afectivo, las personas que pertenecen a nuestro entorno más íntimo, sean las que hagan elecciones a las cuales debemos responder.
Si aquello a lo cual nos dirigimos, depende del deseo que no es el nuestro, todo lo que se consiga positivamente será fruto del otro y en caso de fracaso no deberemos responder por ello, ya que no somos responsables frente a ese deseo. Parece fácil, pero nos lleva a un fuerte empobrecimiento.
Nada nos pertenece y esta manera de empobrecernos nos lleva casi directamente a pensar que cualquier inconveniente que se presente , estará relacionado a alguna causa que no es justa con nosotros , que se nos trata mal , o no se consigue reconocer cual es el camino que han tomado las cosas. Somos víctimas de lo que no hemos asumido, de aquello que no hemos elegido, ya que es mas fácil no elegir.
No elegir, es una elección. Solo creer que son los otros que nos imponen sus deseos, nos transforma en objetos del deseo del otro y no conseguimos transformarnos en sujetos de nuestro propio deseo, con todo lo que esto implica. Es como pensar que si alguien tiene sed, es posible que bebiendo uno el agua, se le quite la sed. Si tenemos sed, somos nosotros que debemos beber el agua. O conseguir el agua.
Victimizarse, es la forma de trasladar a los otros la realización de deseos, ya que nosotros no conseguimos ir atrás de ellos. Por supuesto que este movimiento no es gratuito, simultáneamente se cobra por estar en la posición de dar todo. Es arrogarnos la calidad de quien todo lo hace y a quien no se le es reconocido todo su esfuerzo. En estos casos, se hace notar que se es víctima del otro, cuando se es víctima de sí mismo.
Alicia Kostenbaum Psicoterapeuta
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