Perdonamos porque errores todos cometemos consciente o inconscientemente. Volver atrás las cosas y arreglarlas, dejarlas como eran exactamente es imposible, pero intentar repararlas, compensarlas de alguna manera es necesario para poder soltar, perdonar y perdonarse.
Todos cometemos errores saber aceptarlos, responsabilizarse por ellos es necesario para poder avanzar, crecer, madurar.
Herir y herirse por actos, palabras, actitudes es algo que todos estamos sujetos, pero como reaccionamos, aprendemos, aceptamos e intentamos reparar ese daño que ya está hecho es lo que puede cambiar una situación. Cuando esto no sucede comienzan los conflictos.
Fuimos educados en agradar a todos, queremos ser aceptados y amados, la pérdida o ausencia de ésta aceptación, amor y atención nos provoca dolor, miedo, angustia, nos duele, nos hiere. La herida está ahí, pero tú puedes reaccionar inconscientemente o puedes actuar conscientemente desde el corazón.
Amor y perdón van de manos entrelazadas, sin amor no puede existir verdadero perdón.
Perdón no significa olvidar, significa no juzgar, entender las circunstancias, el sentir y ponerse en el lugar del otro sin olvidarse de uno mismo, fluyendo desde el lenguaje del corazón que es el amor.
Para realmente existir perdón tiene que venir desde adentro hacia fuera, no es solo con palabras que se cura una herida, eso no basta. Se cura cuando se alinea el pensamiento, con el sentir y actuar en consecuencia de esa coherencia.
Puedes hablar desde la voz de la herida o puedes hablar desde el corazón.
Cuando hablas el lenguaje del corazón, desde el sentir abres las compuertas de un enorme poder, el poder del amor y del perdón.
Muchas veces tenemos que perdonarnos a nosotros mismos para poder perdonar a otro.
El rencor, la venganza, el resentimiento, los celos antes de envenenar a nuestro “enemigo” nos envenena a nosotros, nos remite constantemente al pasado, nos bloquea, malgasta nuestra energía y no nos deja avanzar.
Cuando vives y revives cualquier circunstancia del pasado dejas de habitar el presente, esos venenos acaban por enfermarte primero a ti. Cuando dejas de escuchar lo que dice tu alma el cuerpo los empieza a padecer de diferentes maneras, restando cada día bienestar y armonía interior.
Tenemos tanto miedo a ser juzgados por quienes tenemos cerca del corazón que vivimos como en una nebulosa de semiinconsciencia de que nos pasa interiormente. Nos enjaulamos cada día más sin entender que somos la jaula y el carcelero. No tienes que sufrir innecesariamente, abre la jaula con la llave del carcelero, si no puedes solo busca ayuda y vuela.
Con amor, responsabilidad, conciencia auto reflexiva puedes curarte de tus heridas interiores, amarte, perdonarte perdonar quien te hirió y vivir tu vida más plenamente con bienestar y armonía.
Paola Ostrowicz Fischman